He estado poco activa últimamente, y quizá en pensaste que había abandonado el blog.
No es así.
Simplemente me estaba convirtiendo en la dueña de mi energía.
(sigue leyendo y te cuento…)
La vida da muchas vueltas...
… pero al final te lleva a dónde tienes que estar.
Por las buenas… ¡o por las malas!
Y en esta vida casi siempre es por las malas, porque tendemos a aferrarnos a lo conocido aunque nos haga daño.
Llámalo zona de confort, creencias limitantes, lo que quieras.
Es aquello que tu Alma te grita que debes soltar, pero que tu mente te dice: “NOOO NOOOO… CÓMO VAS A DEJAR ESO, ESTÁS LOCAAAA…?!?!?!“
Aquello a lo que tu corazón te dice “¡Adelante!“, mientras tu cabeza le replica: “Pero, ¿y qué van a pensar los demás de ti? ¿Seguro que vas a ser capaz?”.
¿Te suena este diálogo interno? Seguro que lo has vivido alguna vez.
Yo tenía un trabajo estándar, en apariencia perfecto.
Pero no era feliz.
Y eso me estaba consumiendo hasta el punto que mi diálogo interno no sólo me afectaba mental y emocionalmente, sino también físicamente. Meses en los que perdí las ganas de comer (o me daba atracones de comida basura, por eso de compensar la falta de endorfinas) y en los que tampoco podía conciliar el sueño.
Mi mal humor continuado me estaba haciendo ganar fama de gruñona y amargada.
Y mi familia, mi marido y mis hijos, lo estaban sufriendo sin tener culpa de nada.
Así que tomé una decisión. LA DECISIÓN.
Igual a ti no te parecerá para tanto, pero te aseguro que para mi (capricornio de pura cepa) ha sido duro.
– “¿Vas a renunciar a un trabajo fijo? ¿Estás segura?” – me decía mi mente todos los días.
– “Es el momento, no puedes demorarlo más” – le contestaba mi corazón.
Y así un día tras otro, como la gota malaya… hasta que tuve que poner el freno.
Me di cuenta de que estaba viviendo en la incoherencia, y ahí estaba la raíz de todos mis malestares.
Lo que quería hacer no era lo que estaba haciendo. Y lo que estaba haciendo no era lo que quería hacer.
Así que en julio tomé una decisión. Una decisión que me está haciendo enfrentarme a mis miedos más profundos:
- Miedo a que los otros juzguen mis motivos como válidos o no.
- Miedo a la incertidumbre económica.
- Miedo a ser yo la que dirija mi vida laboral (y por tanto la única responsable de mis éxitos y fracasos).
- Miedo a decepcionar.
Pero…
que también abre la puerta de algo que siempre deseé
y que hasta ahora no había hecho, excusándome en la falta de tiempo y otras historias. AHORA SI, tengo la oportunidad de poder dedicar mi tiempo y energías a compartir contigo todo el conocimiento que he ido acumulando durante estos años.
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