Comunicación tóxica: mensajes cargados de energía negativa 4


Comunicación tóxica

Las redes sociales facilitan la comunicación, pero también la hacen más impersonal: es difícil saber en qué tono está escrito un mensaje, por ejemplo, y por tanto es algo que queda sujeto a la interpretanción de quién lo lee.

¿Cuántos malentendidos habrá causado esto, verdad?

Por eso cuando escribimos un mensaje hemos de tener en cuenta qué palabras usamos y de qué forma, para que nuestro mensaje llegue correctamente al receptor.

A raíz de un caso real que me ha ocurrido, he realizado una pequeña investigación radiestésica sobre cómo viaja la energía negativa a través de un mensaje de texto.

Todos hemos podido experimentar esa sensación desagradable que se nos queda en el cuerpo cuando leemos un mensaje con mucha carga energética.

Aquí intervienen tres aspectos:

  • El estado energético del emisor y cuál es su intención.
  • La contaminación energética de la vía de comunicación.
  • El efecto en el receptor. Resonancias y activaciones.
 

La programación inicial

La persona o personas que intervienen en la elaboración de un texto, si lo hacen en un estado emocional alterado, pueden impregnar sus emociones y heridas personales (la mayoría de veces esto ocurre de forma insconsciente) en el mensaje. 

Tanto en la forma de escribir, como en las palabras usadas, la forma de dirigirse al receptor, las pausas, etc. 

La intención inicial del emisor se ve, de esta forma, “contaminada” por la energía de sus propios sentimientos. 

Un estado neutro al escribir facilitará siempre la comunicación. 

Es mejor evitar escribir un mensaje importante si estamos alterados (preocupados, tristes, enfadados…), porque nos podemos sabotear a nosotros mismos.

 

La suciedad que arrastra durante su viaje

¡Esto es lo más surrealista de todo!

Nadie tiene en cuenta la contaminación energética que el mensaje pueda adquirir durante su viaje por las redes sociales. Pero ocurre.

Desde nuestro dispositivo, el mensaje comienza un largo camino a través de nuestro router y los diferentes servidores y aplicaciones de mensajería, las antenas de telefonía que lo retransmiten (quizá desde la otra punta del globo… o desde la estratosfera) hasta llegar al dispositivo del receptor.

Un mensaje cargado inicialmente con una energía de dolor será un imán que atraerá parte de otra energía de dolor que circule por las redes sociales, las apps y los servidores por los que tenga que pasar.

¿Difícil de creer?

Todo es medible y usando la radiestesia cualquiera lo puede comprobar.

El efecto en el receptor

Fase final: el emisor recibe el mensaje en su móvil y lo lee.

En el momento de leerlo esa persona puede estar relajada en su sofá, estresada en el trabajo, enfadada con la vecina o discutiendo con sus hijos. Imposible saberlo. Pero eso es crucial, ya que la interpretación del mensaje dependerá del momento emocional en el que se encuentre.

Si la persona está en modo neutro (relajado, podríamos decir) es más fácil que reaccione de forma neutra a un mensaje cargado de negatividad. O que esa negatividad no le afecte tanto.

Recuerda que el mensaje contiene:

La intención inicial + el estado emocional del emisor + la “basura” arrastrada en su viaje.

Todo ese paquete energético activará ciertos resortes emocionales/mentales/energéticos en el receptor, dependiendo de su estado. 

Mientras más tranquilo y centrado esté, más inmune será, y por tanto, menos se contaminará.

"Soy responsable de lo que digo, no de lo que el otro interpreta"

Esta frase no la encuentro del todo cierta, ya que hay ocasiones en las que, por mucho que lo intentemos, no somos neutrales al comunicar. Somos humanos, no máquinas.

Enviamos al otro una carga adicional de emociones y energías. Un paquete informativo-energético. Un paquete que además se ensuciará más o menos por el camino.

Y lo que el receptor interprete vendrá condicionado por su propio estado emocional, al que tendrá que sumar la carga de ese paquete.

¿Qué hacer si recibes un mensaje tóxico?

Primero: si te alteras al leer un mensaje lo primero es tomar distancia.

Y desde esa distancia, intentar darte cuenta de que el mensaje ha activado en ti alguna emoción o te ha disparado un resorte. Nada ocurre por casualidad. ¿Qué emoción es? ¿Dónde la sientes?
 
Segundo: tomarte tu tiempo para aceptar y digerir esa emoción. La respiras, la lloras (si es algo tan intenso que te supera), le cuentas cómo te sientes a alguien de confianza y esperas a que se te pase. 
 
Tercero: desde la calma, puedes analizar qué tipo de energía impregnaba el mensaje que habías leído. Seguramente encuentres cosas interesantes que te darán luz y te ayudarán a comprender por qué has reaccionado así al leerlo. E incluso alguna sorpresita (como entidades oscuras, magias o impregnaciones varias).
 
Cuarto: desprograma el mensaje. Una vez sabes o intuyes qué tipo de energía negativa tiene el mensaje, puedes realizar un decreto para “desprogramarlo” y limpiarlo. Y limpiar en ti lo que se te haya pegado. Puedes usar como base el protocolo que tengo aquí. 
 

Un ejemplo real (y habitual)

En el caso del mensaje que me sirvió de inspiración encontré que había una “herida emocional de separación y agresión” y una “energía de shock” en la carga inicial del texto. 

Y además, durante su viaje por las redes se contaminó con energía oscura. 

Tuve la oportunidad de testar a varias personas que leyeron el mensaje y encontré en ellos activación de heridas emocionales. Que curiosamente no eran las mismas que las del emisor. 

Encontré, por ejemplo, “herida de injusticia” y “herida de maltrato”. 

¿Viste? A cada persona la energía del shock que le llegó al leer el mensaje le activó unos resortes u otros, dependiendo de cuál era su propia herida emocional. 

En la era de la comunicación digital, en la que continuamente estamos generando y recibiendo mensajes de texto, analizar la carga negativa de los mismos puede ser una experiencia interesante y enriquecedora la mismo tiempo.

 
¿No te parece?
 

Con amor,

maribel bernal
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