La emoción negativa
No existe la emoción negativa. Existen emociones y punto. La catalogación de emociones en negativas y positivas es un hecho meramente cultural. Un enjuiciamiento artificial hacia lo que es “correcto” o “incorrecto” sentir.
[piopialo]Una emoción se convierte en negativa cuando se reprime y se enquista.[/piopialo]
La emoción no es más que la manifestación en nuestro cuerpo emocional de un pensamiento generado en nuestro cuerpo mental. La manifestación siempre vendrá de arriba hacia abajo, de lo más externo a lo más interno. Y si la emoción se reprime sistemáticamente y durante largo tiempo, es cuando se manifiesta en el cuerpo físico en forma de síntoma o enfermedad.
Reprimir es enviar a la Sombra
En nuestra sociedad existe una negación a sentir y un rechazo a mostrar cierto tipo de emociones. Esta represión de la expresión emocional afecta a hombres y a mujeres por igual, aunque de diferente forma según la cultura a la que pertenezcamos:
Una mujer melancólica es aceptada como normal por la sociedad, mientras que un hombre melancólico es catalogado de “llorón”. Una mujer iracunda es una “histérica” mientras un hombre iracundo tiene garra y fuerza. Etc, etc.
Vemos por tanto que las emociones no son negativas per se sino que es una etiqueta que le asignamos nosotros.
Todo depende del color del cristal con que se mira.
Las emociones simplemente SON. Somos seres emocionales y sentirlas es un hecho biológico que no podemos negar. Cuando catalogamos una emoción como negativa, tendemos a reprimirla y a evitarla. La enviamos de forma automática a nuestra sombra. Y es ahí, en la sombra junguiana, donde se guarda todo aquello que rechazamos de nosotros mismos.
La manera de evitar que nuestra sombra crezca tanto que acabe por aplastarnos, o dicho de otra manera: que reprimamos tanto las emociones que acabemos por explotar y hacernos daño, es reconocer las emociones en el momento de sentirlas.
Reconocer la emoción en el momento de sentirla evita que nos sumerjamos en ella y nos ahoguemos.
Validar, aceptar y nombrar
Una buena práctica en la crianza respetuosa es dar nombre a las emociones que sienten los niños. “Veo que estás muy enfadado con tu amiguito“. “Te sientes triste porque no te he comprado el juguete que tanto querías“. Los niños sienten, pero cuando son pequeños no tienen la madurez emocional suficiente para ponerle nombre a esa emoción. En esto los padres y educadores podemos ayudarles. En lugar de reprimir: “¡no llores, que no es para tanto!”, validar y nombrar: “entiendo que te sientas triste y tengas ganas de llorar“.
[piopialo]Lo que no se nombra no existe. Lo que reprimes te acabará devorando.[/piopialo]
En el cuento El Monstruo de Colores el protagonista colorea sus emociones de diferentes colores para poder “organizar” lo que siente.
Lo que se aplica a los niños también lo podemos aplicar a nosotros mismos, los adultos. Actuemos con nosotros como lo haríamos con nuestros hijos. No enjuiciarnos cuando sentimos algo que la sociedad cataloga de malo o incorrecto. Nombrarlo y aceptarlo: “Ahora siento tal rabia que le pegaría”. No existe una emoción negativa por si misma, es su represión y enquistamiento lo que nos puede dañar. Reconocerlas y aceptarlas es el camino a una gestión sana de las emociones y a una buena educación emocional.