¿Qué escondes tras tus gafas?


Recientemente me encontré con un amigo. Hablando de todo un poco me comentó un hecho que le había llamado mucho la atención. Decía que un día dejó en la óptica sus gafas de sol para reparar y que en el camino de vuelta a casa, sin ellas puestas, se había sentido rarísimo.

Sentía que la gente le miraba más.

Obviamente se trataba de una percepción subjetiva. 🙂

El caso es que la conversación derivó en el uso que le damos a las gafas de sol. Está claro que sirven para proteger los ojos de los rayos solares. Pero también es verdad que muchas veces las usamos cuando no hay sol, incluso en sitios cerrados. ¿Y eso por qué?

 

Las gafas como barrera

 

gafas como barrera

“¡No me mires!”

 

Este amigo me comentaba que se ponía las gafas como protección ante el mundo.

-“Maribel, es que necesito llevarlas para que los demás no me vean“.

Me pareció una frase muy reveladora.

[piopialo]Llevar puesto un objeto que se usa para ver mejor, con el objetivo de que “no te vean a ti”[/piopialo].

 

¿Qué escondes tras tus gafas?

 

espejo del alma

Mis ojos: mi alma.

Los ojos son el espejo del alma (como dice el refranero popular).

Cuando los ocultamos tras las gafas de sol, estamos mandando al mundo un mensaje alto y claro:

Necesito proteger mi alma de tu mirada“.

Yo llevo gafas de ver y reconozco que cuando no las llevo me siento desnuda. Como si faltara algún tipo de barrera de protección entre yo y el otro. También es cierto que sin gafas no veo un pijo, por lo que parte de la seguridad que me otorga es la de ver mejor el mundo.

Así que [piopialo]si unas gafas normales ya nos dan sensación de seguridad emocional, imaginad unas de sol[/piopialo].

 

El miedo al contacto visual

 

miedo al contacto visual

Cuando me paro a hablar con alguien que lleva gafas de sol me invade una cierta sensación de incomodidad… precisamente porque no veo los ojos de mi interlocutor. Entonces, no sé si lo que me transmiten sus ojos coincide con lo que esa persona me está diciendo.

Esa persona me está limitando el acceso a su alma.

Los ojos no mienten. Has de tener mucho autocontrol y dominio emocional para poder modificar a voluntad lo que transmites a través de tus ojos.

Con nuestra mirada decimos al otro lo que no nos atrevemos a decirle con las palabras.

“Te amo”.

“No quiero hablar contigo”.

“Hoy he tenido un día horrible”.

“Cuánto me alegro de verte”.

“Tu conversación no me interesa”.

“Eres plasta, déjame”.

“Estaría horas hablando contigo”.

 

Verte en los ojos del prójimo

 

verte en los ojos del prójimo

Ojos que te invitan a asomarse a ellos

 

¿No os ha pasado alguna vez que mirando fijamente a los ojos de otra persona perdéis la noción del tiempo?

Hay ojos en los que podrías quedarte mirando toda la vida. Porque son miradas transparentes, abiertas, expansivas… mirando esos ojos tú encuentras tu propia paz, tu propia expansión y tu propia apertura.

¿No os ha pasado alguna vez que mirando fijamente a los ojos de otra persona alguno (o ambos) habéis empezado a llorar?

Mantener nuestras máscaras y nuestra barrera emocional cuesta mucho ante la mirada, ante el alma, del otro. “Estoy bien” dice tu boca. “Necesito un abracito” dicen tus ojos.

¿No habéis jugado nunca de pequeños a miraros fijamente y ver quién era el primero en reirse?

En este caso el juego de las máscaras funciona al revés: los peques se construyen su “máscara seria y formal” que se desmorona en seguida, revelando la alegría e inocencia que realmente sienten en su interior, como niños que son.

¿Y tú? ¿También buscas esa protección? ¿Te sientes vulnerable y desnud@ ante la mirada del otro?

 

 

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