Cómo acompañar a los hijos que ven “cosas”


Mamá, los fantasmas ya no están…

Creo que siempre recordaré estas palabras que a una amiga le dijo su hija pequeña, días después de hacer una Armonización en su casa.

El caso me impactó especialmente al ser una niña en edad preescolar, que no tiene conciencia de temas metafísicos. Y su madre tampoco sabía que su hija pudiera “ver cosas”, ya que nunca le había contado nada. Y dada su corta edad, tampoco había hablado abiertamente con ella de esos temas.

¿Qué hago si mi hijo ve cosas que yo no veo...?

Partamos de la base de que los niños nacen sin prejuicios sobre lo que es real y lo que no.

Durante nuestra infancia, los adultos que nos rodean son los que dan nombre a todo aquello que forma nuestro mundo. Si nuestros padres lo validan, entonces es correcto. Por amor incondicional hacia ellos aceptamos sin pestañear todo aquello que nos dicen.

Es posible entonces que se produzca un conflicto interno en el niño que “ve cosas” que sus padres afirman que no existen.

“¿Qué me pasa entonces?” “¿Qué es lo que hago mal?”

El primer paso es validar

Al igual que a nuestros hijos les validamos sus emociones (“sé que estás triste”, “veo que te has enfadado mucho porque no te he comprado el juguete”, “te duele el golpe que te has dado”) también debemos validar aquello que perciben.

Más allá de que sea algo real o imaginario, el negarles lo que están viendo es como negarles una parte de sí mismos.

Es como decirles que aquello que ven no debería estar ahí.

Es como decirles que algo incorrecto está sucediendo en ellos…

¿Qué se produce entonces en el corazón del niño sensible, cuando sus padres le dicen que es imposible que vea lo que sus ojos ven?

Como comentaba antes, por amor incondicional hacia nuestros padres de niños aceptaremos cualquier cosa que nos digan.

Por tanto, si para ganarnos el amor de los padres tenemos que negarnos, bloquear nuestra percepción o pensar que estamos locos, lo haremos.

Es entonces cuando entra en juego el miedo.

Miedo hacia sí mismo, hacia lo que ve y hacia lo que nadie más parece que puede ver.

Miedo a la locura, a la incomprensión y al rechazo social.

Tratarlo con normalidad

Una vez que nosotros como adultos hemos aceptado la posibilidad de que nuestro hijo/a sea muy perceptivo y capte cosas que nosotros no podemos, el siguiente paso sería tratar el tema con la máxima normalidad posible.

Si los temas paranormales nos generan temor, intentemos no traspasarles ese temor a ellos.

Y, sinceramente, también podemos decirles “hijo, yo no veo lo que tú estás viendo, pero te creo“.

Ese “te creo” es la clave.

Si logramos superar ese miedo (o si no lo tenemos), se puede hablar con el niño y preguntarle qué siente, qué sensación le provoca el ver eso, si le da temor, si no… incluso se le puede animar a que dibuje lo que ve.

En la mayoría de ocasiones el niño se siente aliviado si puede hablar de ello con un adulto que no le enjuicia.

¿Y ahora qué?

Para poder acompañar a nuestros hijos, es fundamental que los padres tengamos una mínima base espiritual.

No hablo de creencias ni de religiones concretas.

Simplemente es plantearse cómo vamos a abordar el tema con ellos.

Intentando hacerlo desde la normalidad, para que ellos mismos con el tiempo y partiendo de esa base mínima, puedan llegar a formarse una opinión propia. Con la menor cantidad de juicios y prejuicios posibles.

De la misma manera que abordaríamos un tema tan sensible (y tabú hasta hace bien poco) como la sexualidad.

O cómo abordaríamos la menstruación si queremos acompañar a nuestras hijas para que la vivan de manera más agradable posible.

Asimismo, deberíamos tener un plan para acompañar las inquietudes espirituales de nuestros hijos. Porque es algo que tarde o temprano lo van a necesitar. 

Y si son perceptivos, lo van a necesitar MUCHO.

La importancia de los padres

Una buena manera de ayudar a nuestros hijos es formarnos nosotros en alguna disciplina o terapia energética.

Aprender técnicas de protección (aquí te dejo una) y limpieza (aquí te dejo otra), para que las podamos aplicar a nosotros mismos, a nuestro hogar y a nuestros hijos.

Tomar conciencia de que existe un mundo sutil que nos rodea, aprender a sentirlo y a convivir con él.

Practicar meditación, yoga o cualquier disciplina que nos ayude a relajarnos y a conectar con el corazón.

Dejar de ver en la TV aquellos programas o noticias que nos generen miedo, preocupación o ansiedad. Ya que son vibraciones que no ayudan a que haya buen ambiente en el hogar (y pueden atraer vibraciones de seres que no nos gustaría tener en casa…)

Por supuesto, dejar de ver películas de terror (y no dejar verlas a nuestros hijos).

Salir mucho a la naturaleza, cuidar la alimentación, dejar que la luz natural y el aire impregnen nuestro hogar y nuestras vidas…

Hacer una limpieza energética en el hogar.

Y sobre todo, rodearnos de personas que nos aporten amor.

El Amor es la base para que todo salga bien. Siempre.

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Se eliminan almas perdidas, desencarnados y cualquier tipo de entidad que los esté rondando

Ayuda profesional

A veces, simplemente con que los padres conecten con esa necesidad de acompañamiento espiritual, el niño poco a poco aprende a gestionar lo que ve.

Pero en otras ocasiones no es suficiente. Bien porque existe mucho miedo en la familia, o en el propio niño.

O porque su “antena” o “canal” está demasiado abierto y no puede procesar toda la información que percibe.

En ese caso, lo mejor es ponerse en manos de profesionales.

Un buen terapeuta energético puede cerrar los chakras superiores del niño hasta que sea mayor y esté preparado para gestionar esa capacidad.

Las Flores de Bach también pueden ayudar a tratar los miedos y los terrores nocturnos.

Y hablad, hablad, hablad del tema las veces que lo necesitéis. Si vuestro hijo/a tiene necesidad de expresarse, acompañadle en el proceso.

Es la mejor inversión que podéis hacer en su propia autoestima y amor propio.

Y en el futuro, vuestro hijo podrá decir “mis padres siempre estuvieron a mi lado, me apoyaron incondicionalmente y me escucharon“.

Y ese es el mejor legado que les podemos dejar.

Con amor,

maribel bernal

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